BIOGRAFIAS DE:
JUAN CALVINO, MARTIN LUTERO, JUAN HUSS Y ULRICH SWINGLIO
Juan
Calvino
Juan
Calvino nació en Noyon, Francia, el 10 de julio de 1509. Fue
educado en el catolicismo, realizando estudios de Teología, Humanidades y
Derecho. Con poco más de veinte años se convirtió al protestantismo, al adoptar
los puntos de vista de Lutero: negación de la autoridad de la Iglesia de Roma,
importancia primordial de la Biblia y doctrina de la salvación a través de la
fe y no de las obras.
Juan
Calvino
Tales
convicciones le obligaron a abandonar París en 1534 y buscar refugio en Basilea
(Suiza). 1536 fue un año decisivo en su vida: por un lado, publicó un libro en
el cual sistematizaba la doctrina protestante -Las instituciones de la
religión cristiana-, que alcanzaría enseguida una gran difusión; y por
otro, llegó a Ginebra, en donde la creciente comunidad protestante le pidió que
se quedara para ser su guía espiritual. Calvino se instaló en Ginebra, pero sus
autoridades le expulsaron de la ciudad en 1538 por el excesivo rigor moral que
había tratado de imponer a sus habitantes.
En 1541
los ginebrinos volvieron a llamarle y, esta vez, Calvino no se limitó a
predicar y a tratar de influir en las costumbres, sino que asumió un verdadero
poder político, que ejercería hasta su muerte. Aunque mantuvo formalmente las
instituciones representativas tradicionales, estableció un control de hecho
sobre la vida pública, basado en la asimilación de comunidad religiosa y
comunidad civil.
Un
Consistorio de ancianos y de pastores -dotado de amplios poderes para castigar-
vigilaba y reprimía las conductas para adaptarlas estrictamente a la que
suponían voluntad divina: fueron prohibidos y perseguidos el adulterio, la
fornicación, el juego, la bebida, el baile y las canciones obscenas; hizo
obligatoria la asistencia regular a los servicios religiosos; y fue intolerante
con los que consideraba herejes (como Miguel Servet, al que hizo quemar en la
hoguera en 1553). El culto se simplificó, reduciéndolo a la oración y la
recitación de salmos, en templos extremadamente austeros de donde habían sido
eliminados los altares, santos, velas y órganos.
La lucha
por imponer todas estas innovaciones se prolongó hasta 1555, con persecuciones
sangrientas, destierros y ejecuciones; después, Calvino reinó como un dictador
incontestado. Ginebra se convirtió así en uno de los más importantes focos
protestantes de Europa, desde donde irradiaba la Reforma. El propio Calvino se
esforzó hasta el final de su vida por hacer proselitismo, extendiendo su
influencia religiosa, especialmente hacia Francia.
Muerto
Zuinglio en 1531, Calvino se había erigido en el principal dirigente del
protestantismo europeo, capaz de hacer frente a la Contrarreforma católica. El
calvinismo superó pronto en influencia al luteranismo (limitado al norte de
Alemania y los países escandinavos): calvinista fue el protestantismo dominante
en Suiza y en Holanda, así como el de los hugonotes franceses, los
presbiterianos escoceses o los puritanos ingleses (que después emigraron a
Norteamérica), y otras comunidades importantes de tendencia calvinista
surgieron en países como Hungría, Polonia y Alemania.
Calvino
se opuso siempre a la fusión de las iglesias reformadas inspiradas por él con
las de inspiración luterana, alegando irreductibles diferencias teológicas.
Entre éstas destaca la doctrina de la predestinación: según Calvino, Dios ha
decidido de antemano quiénes se salvaran y quiénes no, con independencia de su
comportamiento en la vida; el hombre se salva si ha sido elegido para ese
destino por Dios; y las buenas obras no constituyen méritos relevantes a ese
respecto, sino una conducta también prevista por el Creador.
Quienes
han sido destinados a la salvación han sido también destinados a llevar una
vida recta; curiosamente, esta doctrina produjo entre los creyentes calvinistas
un efecto moralizante, caracterizándose dichas comunidades por un extremado
rigor moral y una dedicación sistemática al trabajo, como Calvino prescribió.
Otras peculiaridades de su doctrina, como la de admitir el préstamo con interés
(en contraste con los católicos y con los luteranos) han permitido que desde
Max Weber algunos historiadores vieran en la ética calvinista el «caldo de
cultivo» más propicio para el desarrollo de la moderna economía capitalista.
Martín
Lutero
Teólogo alemán, nació en 10 de noviembre de 1483, Eisleben, Alemania. Su ruptura con la Iglesia católica puso en marcha la Reforma
protestante (Eisleben, Turingia, 1483-1546). Contrariando la voluntad de sus
padres, Martín Lutero se hizo monje agustino en 1505 y comenzó a estudiar
Teología en la Universidad de Wittenberg, en donde se doctoró en 1512.
Siendo ya
profesor comenzó a criticar la situación en la que se encontraba la Iglesia
católica: Lutero protestaba por la frivolidad en la que vivía gran parte del
clero (especialmente las altas jerarquías, como había podido contemplar durante
una visita a Roma en 1510) y también el que las bulas eclesiásticas -documentos
que teóricamente concedían indulgencias a los creyentes por los pecados
cometidos- fueran objeto de un tráfico puramente mercantil.
Las
críticas de Lutero reflejaban un clima bastante extendido de descontento por la
degradación de la Iglesia, expresado desde la Baja Edad Media por otros
reformadores que se pueden considerar predecesores del luteranismo, como el
inglés John Wyclif (siglo XIV) o el bohemio Jan Hus (siglo XV). Las protestas
de Lutero fueron subiendo de tono hasta que, a raíz de una campaña de venta de
bulas eclesiásticas para reparar la basílica de San Pedro, decidió hacer
pública su protesta redactando 95 tesis que clavó a la puerta del castillo de
Wittenberg (1517).
La
Iglesia hizo comparecer varias veces a Lutero para que se retractase de
aquellas ideas (en 1518 y 1519); pero en cada controversia Lutero fue más allá
y rechazó la autoridad del papa, de los concilios y de los «Padres de la
Iglesia», remitiéndose en su lugar a la Biblia y al uso de la razón.
En 1520,
Lutero completó el ciclo de su ruptura con la Iglesia, al desarrollar sus ideas
en tres grandes «escritos reformistas»: Llamamiento a la nobleza
cristiana de la nación alemana, La cautividad babilónica de la Iglesia ySobre
la libertad cristiana. Finalmente, el papa León X le condenó y
excomulgó como hereje en una bula que Lutero quemó públicamente (1520); y el
nuevo emperador, Carlos V, le declaró proscrito tras escuchar sus
razones en la Dieta de Worms (1521). Lutero permaneció un año escondido bajo la
protección del elector Federico de Sajonia; pero sus ideas habían hallado eco
entre el pueblo alemán y también entre algunos príncipes deseosos de afirmar su
independencia frente al papa y frente al emperador, por lo que Lutero no tardó
en recibir apoyos que le convirtieron en dirigente de un movimiento religioso
conocido como la Reforma.
Desligado
de la obediencia romana, Lutero emprendió la reforma de los sectores
eclesiásticos que le siguieron y que conformaron la primera Iglesia
protestante, a la cual dotó de una base teológica. El luteranismo se basa en la
doctrina (inspirada en escritos de san Pablo y de san Agustín) de que el hombre
puede salvarse sólo por su fe y por la gracia de Dios, sin que las buenas obras
sean necesarias ni mucho menos suficientes para alcanzar la salvación del alma;
en consecuencia, expedientes como las bulas que vendía la Iglesia católica no
sólo eran inmorales, sino también inútiles.
Lutero
defendió la doctrina del «sacerdocio universal», que implicaba una relación
personal directa del individuo con Dios en la cual desaparecía el papel
mediador de la Iglesia, privando a ésta de su justificación tradicional; la
interpretación de las Sagradas Escrituras no tenía por qué ser un monopolio
exclusivo del clero, sino que cualquier creyente podía leer y examinar
libremente la Biblia, para lo cual ésta debía ser traducida a idiomas que todos
los creyentes pudieran entender (él mismo la tradujo al alemán, creando un
monumento literario de gran repercusión sobre la lengua escrita en Alemania en
los siglos posteriores).
También
negó otras ideas asumidas por la Iglesia a lo largo de la Edad Media, como la
existencia del Purgatorio o la necesidad de que los clérigos permanecieran
célibes; para dar ejemplo, él mismo contrajo matrimonio con una antigua monja
convertida al luteranismo. De los sacramentos católicos Lutero sólo consideró
válidos los dos que halló reflejados en los Evangelios, es decir, el bautismo y
la eucaristía, rechazando los demás.
Al
rechazar la autoridad centralizadora de Roma, Lutero proclamó la independencia
de las Iglesias nacionales, cuya cabeza debía ser el príncipe legítimo de cada
Estado; la posibilidad de hacerse con el dominio sobre las Iglesias locales
(tanto en su vertiente patrimonial como en la de aparato propagandístico para
el control de las conciencias) atrajo a muchos príncipes alemanes y facilitó la
extensión de la Reforma. Tanto más cuanto que Lutero insistió en la obediencia
al poder civil, contribuyendo a reforzar el absolutismo monárquico y
desautorizando movimientos populares inspirados en su doctrina, como el que
desencadenó la «guerra de los campesinos» (1524-25).
La
extensión del luteranismo dio lugar a las «guerras de religión» que enfrentaron
a católicos y protestantes en Europa a lo largo de los siglos XVI y XVII, si
bien las diferencias religiosas fueron poco más que el pretexto para canalizar
luchas de poder en las que se mezclaban intereses políticos, económicos y
estratégicos. El protestantismo acabó por consolidarse como una religión
cristiana separada del catolicismo romano; pero, a su vez, también se dividió
en múltiples corrientes, al aparecer disidentes radicales en la propia Alemania
(como Thomas Münzer) y al extenderse el protestantismo a otros países europeos
en donde aparecieron reformadores locales que crearon sus propias Iglesias con
doctrinas teológicas diferenciadas (como en la Inglaterra de Enrique VIII o la
Suiza de Zuinglio y Calvino).
Ulrich Zwinglio.
Nació el 1 de enero de 1484, Wildhaus, Wildhaus-Alt St. Johann, Suiza. Fue el
líder de la Reforma Protestante suiza y el fundador de la
Iglesia Reformada Suiza. Al estudiar las Escrituras desde el punto de
vista de un entendido humanista, llegó, de manera independiente, a
conclusiones similares a las de Lutero.
Primeros
años
Cursó la
educación básica en Weesen, bajo la tutela de su tío Bartolomeo. Antes de
ir a la Universidad de Viena, cursó algunos estudios en Berna. Llegó
a Viena en 1499 y más tarde se inscribió en la Universidad
de Basilea, donde hizo un posgrado en 1504 y
un doctorado en 1506.
Zuinglio
fue presbítero en Glarus, tras graduarse como doctor en
teología. Allí estudió griego y hebreo, leyó a Erasmo de
Róterdam y llegó a la conclusión que muchas de las doctrinas de la Iglesia
estaban en contradicción con las enseñanzas del Nuevo Testamento.
Zuinglio
desarrolló su aversión al servicio mercenario de sus compatriotas durante este
período. A partir de 1512, la Confederación Suiza envió diversos
contingentes armados a sueldo del Papa para luchar contra la corona francesa
en Lombardía durante la guerra de la Liga de Cambrai. Zuinglio
fue testigo de los sucesos al ser capellán del contingente del cantón de
Glaris,1 asistiendo a las victorias
de Pavía y Novara, pero también a la derrota sufrida por los
confederados en Marignano, a partir de la cual su prédica contra el
servicio armado se tornó más consistente.
La
reforma protestante
El 31
de octubre de 1517 Martín Lutero clavó en la puerta de la
Iglesia de Wittenberg sus 95 tesis sobre la religión
cristiana, en las que atacaba profundamente a la Iglesia Católica.
Poco
antes, en 1516, Diebold de Geroldseck le llamó para predicar en
la abadía de Einsiedeln, con lo que Zuinglio entra en contacto con uno de
los centros más activos de peregrinación y también de supersticiones. Comienza
así su predicación contra estas prácticas y contra el negociante de
indulgencias Bernardin Samson, que había llegado a Suiza a instancias del
Papa en 1518.
Predica
asimismo contra la costumbre de los suizos de alistarse como mercenarios a las
órdenes del Papa, lo que le proporcionó el cargo de predicador en Zúrich,
cuyo gobierno estaba enfrentado con la autoridad romana. El 1 de enero de 1519 comienza
su actividad en Zúrich, donde con su discurso claro y directo va
explicando a los feligreses los evangelios. El gobierno de la ciudad
decide apoyar las nuevas enseñanzas y dispone en 1520 que todos los
predicadores actúen siguiendo las pautas de Zuinglio.
En 1522 Zuinglio
publica su primera obra reformadora, dirigida contra
el ayuno propugnado por la Iglesia de Roma. Defiende así un
acontecimiento real en el que, al parecer, un amigo suyo había comido carne
durante el período de ayuno, lo cual justifica Zuinglio con el argumento de que
el ayuno va contra la fe cristiana. De la misma época es un escrito
enviado por él y diez de sus compañeros al obispo de Constanza, en el que
afirmaban su disposición a seguir predicando según los Evangelios y pedían la
supresión del celibato. El papa Adriano VI intenta convencerle
de que no emprenda nuevas acciones que atenten contra la sustancia de
la teología católica.
Ante la
acusación de los dominicos de que Zuinglio propagaba la herejía,
el Gran Concejo de la ciudad de Zúrich convocó para el 29 de
enero de 1523 a un elevado número de teólogos a un debate
público (Primera Disputa de Zúrich), en la que se debía discutir sobre las
tesis defendidas por Zuinglio. A ella acudieron 600 personas entre clérigos y
laicos y, puesto que los enviados del obispo sólo pudieron hacer valer en su
favor la tradición y las disposiciones de los concilios, el Concejo
decidió adjudicar a Zuinglio la victoria dialéctica.
No sería
esa, sin embargo, la única disputa oficial y pública que se celebró en Zúrich.
Entre el 26 y el 29 de octubre de 1523 se dirime,
en presencia de 900 asistentes, la necesidad de suprimir las imágenes de las
iglesias, decisión que se acaba adoptando y que se pondrá en práctica de una
manera paulatina. Asimismo, entre el 13 y el 14 de
enero de 1524 el tema tratado fue la misa y su posible
supresión, lo que finalmente se establece.
Ese mismo
año Zuinglio se casa con la viuda Anna Meyer, con la que vivía de manera
marital desde hacía algún tiempo.
La
Reforma en Zúrich no afectó, sin embargo, solamente a la religión, sino
que, al igual que en otros movimientos reformistas de la época, se trató de una
serie de medidas de regulación social con las que el Concejo pretendía
organizar el sistema escolar, el matrimonio, las costumbres, etc. El papel de
Zuinglio es capital en este proceso, pues si bien no asume ningún cargo
orgánico, su carisma y su predicamiento entre el pueblo le convierten en una
figura determinante del proceso.
Zuinglio
publica en 1525 su confesión de fe (De la verdadera y la falsa
religión). Su teología, coincidente con la de Lutero en muchos aspectos
básicos, opera de una manera más radical en otros, como puede ser la cuestión
de la eucaristía, al rechazar Zuinglio la presencia real de Cristo en la
comunión. A partir de 1525, la Reforma en Zúrich se completa:
Se
administra la Eucaristía bajo las dos especies,
Se
suprime la misa,
Se
eliminan las imágenes de las iglesias,
Se
decreta la supresión del celibato sacerdotal,
Se
establece y regula una beneficencia para los pobres, financiada con los fondos
obtenidos de la secularización de bienes eclesiásticos.
Ese año
de 1525 se funda asimismo en Grossmünster una escuela para teólogos,
donde podrán aprender exégesis bíblica, que luego utilizarán en sus
sermones al pueblo.
Importante
en la teología de Zuinglio es también su concepción de las relaciones entre el
poder laico y el religioso, pues mientras considera que es derecho y obligación
del poder terrenal organizar la Iglesia y la sociedad, admite por otro lado la
posibilidad de derrocar al grupo gobernante si éste no se comporta de manera
apropiada a las enseñanzas del Evangelio.
Las
relaciones con la otra ala del movimiento reformista, encabezada por Lutero
y Melanchton, se ven dificultadas por la concepción que tienen ambas
partes sobre la comunión. Estas diferencias devienen claramente insuperables en
el intento más importante que se hace de aunar posiciones, cuando en octubre
de 1529 el landgrave Felipe I de Hesse invita a Zuinglio y
Lutero a una discusión teológica (conocida como Disputa de Marburgo).
La
situación política en la Suiza del siglo XVI resulta sin duda
determinante para el ulterior desarrollo de la reforma zuingliana. A pesar de
la primera Paz de Kappel de 1529, las tensiones entre Zúrich y Berna (que
había sido ganada por Zuinglio para su movimiento), por un lado, y los cantones
que permanecían católicos, por otro, no podía menos que estallar en un
conflicto político – y finalmente también armado, las Guerras de Kappel.
La opción de Zuinglio era en este sentido clara: usar las armas para extender
la verdad del Evangelio era una obligación de todo buen cristiano.
Como
traductor de la Biblia, Ulrico Zuinglio trabajó en estrecha colaboración
con Leo Jud. La traducción se conoce hoy en día como La Biblia de
Zürich.
El 11
de octubre de 1531 cayó Zuinglio en el campo de batalla,
cerca de Kappel am Albis.
Nació el año 1370 en Husinec, de la Bohemia meridional (hoy República Checa). Era originario de Hussenitz, aldea del sur de Bohemia, de la cual tomó su nombre. Se le conoció primero como Juan de Hussenitz, y más tarde simplemente como Juan Huss.
Hijo de un campesino pobre que murió tempranamente, fue criado con mucho esfuerzo por su madre. Su piedad y fervor religioso se manifestaron en él desde su infancia, pues participó como monaguillo y cantó en el coro de la iglesia.
Fue también un joven brillante. Pese a la adversidad que le rodeaba, logró llegar a la Universidad de Praga, en la capital del país. Una vez allí, no sólo fue buen alumno, sino también un buen profesor. Pero más que eso: al poco tiempo fue elegido decano de la Facultad de Filosofía, y luego rector de la Universidad, cuando tenía sólo 31 años de edad. Huss tenía una personalidad muy atractiva, mezcla de inteligencia, seriedad y osadía, que se destacaba entre sus colegas.
Por este tiempo fue nombrado predicador de la capilla “Belén un hecho que tiene ribetes muy interesantes. Esta capilla había sido construida por dos laicos, con el expreso deseo de que en ella se predicase la Palabra de Dios al pueblo en lengua común. Cuando estuvo construida, ellos pensaron que nadie mejor que Huss debía predicar en ella.
Poco después ocurrió un hecho que sería decisivo para el resto de su vida: llegaron a sus manos unos libros de Juan Wicliffe, un predicador inglés muy popular en ese tiempo. En un principio, los libros le desconcertaron, pero luego los apreció hasta convertirse en su admirador.
Cuando la luz de la verdad resplandeció en el corazón de Juan Huss, comenzó a predicar en esa misma dirección. Inevitablemente, se granjeó la odiosidad de los religiosos. Aunque el pueblo le escuchaba de buena gana.
Así como Wicliffe había remecido Inglaterra, Juan Huss habría de remecer a Bohemia.
Más tarde se le prohibió predicar. Eso no bastó, sin embargo, para callarle, debido al apoyo popular, y al hecho de que la capilla Belén era de propiedad privada. Pronto otros habrían de imitarle, recorriendo los pueblos y aldeas predicando al aire libre.
Poco después fue excomulgado por negarse a ir a Roma. Esto trajo algunas reacciones muy comprensibles para la época: El rey le quitó su apoyo y le desterró de Praga. La misma ciudad, por prestarle apoyo, fue anatemizada.
Ante esto, algunos seguidores le abandonaron, pero otros le siguieron hasta su destierro en su ciudad natal. Muchos acudían a oírle por curiosidad, tal era la popularidad que había alcanzado el “hereje¨ Las muchedumbres se maravillaban de que un hombre tan modesto, tan serio y piadoso fuese considerado como un demonio.
En noviembre del año 1414, la iglesia de Roma convocó a un Concilio en la ciudad de Constanza, Alemania. Huss fue llamado a comparecer ante él. Contando con el aval del rey y del emperador, sus amigos le dejaron partir. El viaje fue apoteósico. Las cortesías e incluso la reverencia con que Huss se encontró por el camino eran inimaginables. Por las calles que pasaba, e incluso por las carreteras, se apiñaba la gente para expresarle su afecto.
Llegó a Constanza en medio de grandes aclamaciones casi se puede decir que tuvo una entrada triunfal. Al igual que aquella otorgada a su Maestro algunos siglos anteriores, ésta también habría de ser la antesala de un día muy oscuro para él. No dejaba de asombrarle el trato que se le dispensaba. «Pensaba yo que era un proscrito. Ahora veo que mis peores enemigos están en Bohemia.» La ciudad de Constanza estaba conmovida.
La iglesia de Roma atravesaba en esos días por uno de sus peores momentos, así que las deliberaciones del Concilio le obligaron a una larga espera. Entre tanto, fue llamado a declarar ante el Papa, que estaba también en la ciudad. Allí, en el palacio papal se le tomó preso, al negarle toda validez al salvoconducto del emperador, aduciéndose que Huss, siendo un “hereje no tenía derechos.
Durante el encierro experimentó toda clase de privaciones que le trajeron mucho dolor, pero que también suavizaron su carácter impetuoso. En esos días escribía a uno de sus amigos: “Es ahora cuando aprendo a repetir los acentos de los salmos, a orar, a contemplar los sufrimientos de Cristo. En medio de las tribulaciones comprendemos mejor la Palabra de Dios. Entre tanto, los delegados del concilio intentaban afanosamente quebrantar su voluntad, obteniendo una retractación antes de que éste compareciera a declarar. Ellos temían que Huss hiciera uso de la palabra, tanto como las tinieblas temen a la luz.
Las cartas escritas por Huss en sus últimos días en la prisión son una de las páginas más heroicas y espirituales de la literatura cristiana. En ella invita a sus amigos a permanecer firmes en sus convicciones y a no buscar vengar su muerte, que ya veía como inminente.
Si le asaltaba algún temor en vista del suplicio con que le amenazaban, tomaba su Biblia y hallaba consuelo en las promesas de Dios. El ejemplo de aquellos que habían sido fieles hasta la muerte le infundía aliento.
A los nueve meses de estar prisionero, la vida divina que bullía en su interior estaba ya madura para su gloriosa manifestación. Así pues, le llevaron ante el concilio. Trajeron algunos de sus libros y le dijeron si los reconocía como suyos. Luego de examinarlos, dijo:
Míos son, y si alguno de vosotros me hace ver en ellos alguna proposición errónea, la rectificaré con la mejor voluntad.
Empezó la lectura y acusación. Huss quiso responder, pero apenas había dicho una palabra, se levantaron de todas partes clamores tan confusos que fue imposible hacerse oír. Cuando se apaciguó el tumulto, Huss hizo una cita del evangelio, pero le interrumpieron de nuevo. Unos le acusaban, otros se burlaban. Él guardó silencio.
Ved –decían cómo calla; claro es que ha enseñado estas herejías.
A lo que él respondió:
Esperaba aquí otro recibimiento; creí que sería escuchado. No puedo dominar tanto ruido, pero si me escucharan, hablaría.
Ese primer día no fue posible seguir la sesión, así que se solicitó que al día siguiente estuviera presente el emperador.
Al día siguiente, ante el emperador, dijo:
Excelentísimo Príncipe: No he venido aquí con la intención de sostener nada tercamente. Si me enseñan cualquier cosa demostrándome ser mejor y más santa que lo que yo he enseñado, estoy pronto a retractarme.
Pero como nadie estuvo dispuesto a emprender semejante demostración, se dio por terminada la sesión.
En la tercera sesión le presentaron 26 artículos que declararon contrarios al dogma de la Iglesia. Huss reconoció como auténticamente suyos 21 de ellos, y dio algunas explicaciones que no satisficieron al concilio. El emperador lo amenazó con la hoguera, pero Huss contestó que él se atenía a la sentencia de Jesucristo, el Juez Todopoderoso, quien no le juzgaría por falsos testimonios.
El 6 de julio de 1415 fue llevado por última vez al concilio, y como no aceptase retractarse, le humillaron, desnudándole de sus vestidos sacerdotales. Luego le rasparon con una navaja las yemas de los dedos, y en lugar de la tonsura le pusieron en la cabeza una corona piramidal de papel en la que habían pintado unos diablos espantosos con la inscripción: “El heresiarca
Molestos, los prelados le dijeron en latín: “Entregamos tu alma al diablo Sin embargo, Huss entregó su alma a Dios, agregando:
Yo llevo con alegría esta corona de oprobio por amor del que por mí la llevó de espinas.
Marchó al suplicio seguido de los príncipes, escoltado por ochocientos hombres armados y rodeado de una muchedumbre.
Al pasar delante del palacio episcopal, vio una gran hoguera en la que se quemaban sus libros. Huss sólo sonrió.
Al llegar al lugar, Huss se arrodilló y repitió algunos salmos. El sacerdote destinado a confesarlo le dijo que abjurara de sus errores, a lo que Huss respondió:
No me siento culpable de ningún pecado mortal y, pronto a comparecer ante Dios, no compraré la absolución sacerdotal con un perjurio.
Quiso hablar al pueblo en alemán, pero no se le permitió.
Mientras oraba con los ojos alzados al cielo pidiendo el perdón de sus enemigos, se le cayó la corona de papel, pero los soldados la recogieron y se la volvieron a poner, diciendo que debía ser quemado con los diablos a quienes había servido.
Clavaron en tierra una gran estaca a la cual le amarraron con una cadena, y como por casualidad estaba con la cara vuelta al oriente, algunos exigieron que, por ser hereje, le volviesen hacia el occidente. Lo cual hicieron. Al verse así amarrado dijo, sonriente:
Mi Señor Jesús fue atado con una cadena más dura que ésta por mi causa, ¿por qué debería avergonzarme de ésta tan oxidada?
El elector palatino le invitó por última vez a retractarse, pero él respondió:
Tomo a Dios por testigo de que nunca he enseñado herejía. Mis discursos y mis escritos han sido hechos con el único fin de arrancar las almas de la tiranía del pecado. Por esto sellaré alegremente hoy con mi sangre la verdad que he enseñado, escrito y publicado y que está confirmada en la Ley divina y por los santos padres.
Luego le dijo al verdugo:
Vas a asar un ganso (“huss significa ganso en lengua bohemia), pero dentro de un siglo te encontrarás con un cisne que no podrás ni asar ni hervir Estas palabras fueron una profecía que se cumplió en Martín Lutero, quien apareció al cabo de unos cien años, y en cuyo escudo de armas figuraba un cisne.
Al encenderse la hoguera, Huss exclamó:
Jesús, Hijo del Dios viviente, ten misericordia de mí.
Cuando el fuego ya ardía, una mujer, en un arrebato de fanatismo, se acercó a echar un brazado de leña. Ante lo cual, Huss se limitó a decir, con compasión:
¡Santa sencillez!
Luego se puso a cantar un himno con voz tan fuerte y tan alegre, que se oía a través del crepitar de la leña y del fragor de la multitud. Era el graznido del ganso, un canto muy dulce que ha llegado hasta hoy.
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